COVID-19


El 14 de marzo me encontraba desarrollando mis dos líneas de trabajo: por un lado, las clases que imparto a alumnos de diferentes edades y niveles en mi academia de artes plásticas y por otro trabajando en mi próxima exposición, “Pro_Lobo”, que iba a inaugurarse el 26 de marzo en la sala pública del Palacio Valdecarzana de Avilés. Se da la circunstancia de que mi estudio de pintura está en el altillo de la propia academia, por lo que el confinamiento afectó a los dos quehaceres.

Así que me encontré en casa, con mi pareja, mi perra y mis dos gatos y el material de trabajo más apto para un piso (rotuladores, acuarelas…). En un primer momento continué con la temática de la exposición suspendida, con apuntes a partir de fotos de mastines encerrados en la perrera de Mieres que había tomado dos años antes, en colaboración con la protectora de animales Alma Animal Asturias.


El 20 de marzo una amiga muy cercana a nosotros, técnica de rayos en la sanidad pública cántabra, nos cuenta que ha empezado con síntomas del COVID-19 (afortunadamente el proceso no revistió gravedad). Justo un día antes había compartido un “selfie” con la mascarilla puesta, pulgar en alto, y el siguiente mensaje “Más que día a día, nos reorganizamos hora a hora. Haremos todo lo posible para poder atender cuanto antes a los pacientes a los que les han suspendido consultas, tratamientos, intervenciones, y en nuestro caso, diagnósticos. Aguantad la cuarentena, cuidaos, cuidad y cuando todo esto acabe volveremos con más fuerza a tenderos a vosotros. Ya queda menos. Vamooos!"

Sabíamos que estaba sola, en aislamiento lejos de su casa y de su familia en Asturias (precisamente por la precarización en las condiciones laborales de la sanidad pública, que no son nuevas aunque ahora sean tan evidentes, ella lleva años, como tantos otros, esperando un traslado “a casa”). También que por su carácter (persona fuerte, decidida, enérgica y luchadora como pocas) quizás la espera le resultase frustrante.

Así que la idea de esta serie parte de un regalo, a modo de ánimo, a una amiga. A partir de ahí surgió la idea de hacer el mismo regalo a otros profesionales (a algunos los conozco, a la gran mayoría no) pidiéndoles selfies en muchos casos sin decirles para qué hasta que ven el resultado.

La cuarentena y el trabajo del personal sanitario ha sido un catalizador de una idea que ya me rondaba desde hace tiempo. El autorretrato ha sido un género clave a lo largo de toda la historia del arte y me interesaba la relación entre un autorretrato de Durero o Van Gogh y un selfie contemporáneo en el que cualquier persona puede inmortalizarse, vertiendo quizás sin ser consciente mucho de su personalidad en ese “selfie”. En este caso se trata de retratos a partir de autorretratos en los que a la personalidad del fotógrafo-autor se añade la huella inevitable del pintor. La técnica empleada –rotulador-, forzada en parte por las circunstancias de confinamiento, le da un halo “pop” a la obra que considero ha resultado funcionar muy bien.

Los retratos se han hecho sin más pretensión que ser regalados a los modelos, aunque de ellos ha surgido la idea de que quizás se puedan exponer antes en alguna sala del propio hospital cuando todo esto pase.












































Vínculo al artículo de la revista "Nortes" dedicado a esta serie. Por Luis Feás:

https://www.nortes.me/2020/04/28/nacho-suarez-blanco-y-las-orejas-del-lobo/